El London City es un clásico porteño que casi desaparece de la ciudad pero que ha renacido de sus cenizas en una de las esquinas más transitadas de Buenos Aires.
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por Bruno Ivan Correia (bicorr@gmail.com)
El Café London City es, después del Tortoni, uno de los cafés más emblemáticos del centro de la ciudad. Su ubicación envidiable, en la esquina de Perú y Avenida de Mayo, lo coloca en un punto estratégico excelente. Se encuentra a metros de cientos de edificios de oficina donde trabajan miles de personas que, como todos los que hayamos trabajado en ese ambiente sabemos, sienten una empatía especial por el café.
Todos estos elementos conspiran favorablemente para que este lugar sea,
sin dudas, un éxito. Cualquiera que pase por su puerta puede ver que suele
estar lleno de gente, al punto que a veces es difícil encontrar un asiento
libre durante las horas pico.
El éxito actual casi hace olvidar que hace apenas dos años el local fue
cerrado y muchos temían lo peor. No fue sino hasta que sus nuevos dueños
reabrieron sus puertas que los nubarrones de la duda se disiparon y quedó claro
que el London City había vuelto para quedarse. Hoy, a 62 años de su apertura,
el café se suma a la lista de locales que se han modernizado tratando de
mantener la esencia original, volviéndose un caso ejemplar para cualquier otro
dueño.
Sin embargo este café dista de ser perfecto. Los más puristas, que
buscan un lugar tranquilo y con la atmósfera intima que se asocia a los cafés
notables, deben saber que este no es su lugar. El local se encuentra en una de
las esquinas más transitadas de la ciudad, es muy poco probable que uno pueda
encontrar un momento de tranquilidad y ni hablar de socializar con los mozos.
Otro problema es que no cuenta con muchos toma corrientes, lo que puede
ser un detrimento para aquellos que, como yo, encontramos que trabajar en un
café con la notebook es un remedio excelente para la procrastignación que
genera trabajar en casa.
Claramente el lugar está pensado para atender con rapidez a un público
que espera pasar poco tiempo dentro del local y eso queda claro al ver la barra
para tomar café al paso que se agregó
con la última remodelación.
Sin embargo hay que remarcar que en ningún momento me sentí presionado
por los mozos para que me fuera. Definitivamente, aunque no sea el objetivo
primario del local tampoco es un lugar poco amigable para quien quiera ir a
pasar un par de horas leyendo el diario. Simplemente es menester saber que no
vamos a encontrar allí la tranquilidad que existe en otros cafés.
El precio es otro punto que puede disuadir de visitar este lugar. Es,
sin duda, uno de los lugares más caros que he cubierto en esta sección, al
punto que el café con leche con tres medialunas cuesta 66 pesos hasta las 12
del mediodía. Pasada esa hora cuesta aún más (precios Julio 2016). Claramente
el London City sabe que cuenta con una marca poderosa y una situación
estratégica inigualable y esto le permite la libertad de poner precios que, a
mi parecer, son un poco elevados.
En resumen, el café es hermoso, el trabajo de recuperación que se
realizó convirtió al local en un lugar atractivo y en el que uno puede pasar un
buen rato simplemente admirando los detalles y la gran cantidad de madera
utilizada (un toque que siempre apruebo). Además los mozos son correctos y
relativamente veloces.
Sin embargo, el precio y el caudal de gente que suele visitarlo puede
ser un detrimento para algunos. No lo recomiendo para reuniones grandes ni
salidas románticas bajo ningún punto de vista, al menos en las horas pico. El
volumen general puede hacer que sea difícil mantener una conversación entre más
de dos o tres personas, aunque es probable que todos estos problemas disminuyan
los fines de semana.
Recomiendo ampliamente visitarlo aunque sea una vez, como para poder
apreciar el trabajo que se puso en crear una bella atmósfera y para disfrutar
su café y sus medialunas que de muy buena calidad.
Por suerte podemos decir que el London City es otra muestra de que un
café notable puede modernizarse lo suficiente para ser competitivo en el siglo
XXI manteniendo al menos una porción de su esencia original.