Nuevamente nos lanzamos a conocer bares antiguos, esta vez le tocó el turno al Bar Británico frente al Parque Lezama y en pleno San Telmo.
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por Bruno Ivan Correia (bicorr@gmail.com)
El Bar Británico es uno de esos bares notables que lo transportan a uno
en el tiempo apenas cruzamos el umbral de su puerta. Sus pisos, sus muebles,
sus atmósfera y sus mozos lo llevan a uno a un tiempo pasado. Una época donde
cada bar se encontraba lleno del humo de cigarrillos de bohemios y músicos que
se refugiaban por las noches masticando sus ideas que algún día se convertirían
en clásicos de la cultura nacional.
Lejos de aquellos momentos de gloria, este bar pasó momentos de grandes
dificultades. Varias veces estuvo a punto de ser cerrado y volverse un nombre
más en la larga lista de locales clásicos de la ciudad que ya no están.
Pero a diferencia de otros bares notables este tuvo un apoyo inusitado
de los vecinos quienes lograron evitar que siguiera el mismo destino de otros
cafés como el Richmond, hoy convertido en local deportivo.
Hoy día parece que esos tiempos difíciles han quedado atrás y basta
visitarlo un fin de semana para verlo rebosante de personas que hacen su parada
tras recorrer la feria de San Telmo, que comienza (o termina) justo a sus
puerta.
Emplazado en una esquina inmejorable su atmósfera interior queda perfectamente complementada por el paisaje que nos da la entrada del Parque
Lezama, esquina vigilada desde el pedestal de su monumento por la mirada del
fundador de la ciudad, Don Pedro de Mendoza.
Este bar va a ser las delicias de los fanáticos de lo antiguo. Nada
hace pensar, cuando entramos, que el bar está funcionando en el siglo XXI. Si
dejamos de lado el celular por un segundo podríamos jurar que es 1960 o incluso
antes.
Al igual que el bar de Cao este local mantiene el mobiliario antiguo,
con mesas y sillas que atestiguan el paso de los años y una decoración que
aterrorizaría al diseñador de interiores de Starbucks.
Sin embargo, bajo esta fachada de antigüedad el bar guarda ciertos
refinamientos tecnológicos que hoy día son indispensables en cualquier
establecimiento, como acceso Wifi y aire acondicionado.
La atención de los mozos fue dispar, mientras que algunos se mostraron
muy atentos y veloces en su servicio (a pesar de que el lugar estaba repleto)
no faltó el mozo desganado que atiende mal y, en este caso, incluso llegó a
mentir al afirmar que el local no tiene wifi. No fue sino hasta que le mostré
que había una conexión del bar en mi celular que sin dudarlo me dijo la
contraseña.
Ciertamente la cuestión de los mozos es casi un azar completo en casi
cualquier establecimiento que no cuente con una estandarización de la atención
(como Starbucks). Al tratar de bares como este sin duda debemos aceptar que
este siempre puede ser el punto más flojo del lugar y que nada nos puede
asegurar un buen servicio. Lo único que nos queda para castigar este tipo de
actitudes es reflejarlo en la propina.
Fuera de esta nota negativa el bar cumple con las características por
las que es conocido: una atmósfera bohemia y nostálgica, pedirle más sería injusto.
Es un lugar ideal para sentarse un rato a tomar un café o tener una
reunión. Sin embargo no es muy recomendable ir los fines de semana en los que
esté la feria a menos que estemos dispuestos a esperar un buen rato para
conseguir un asiento.
Hay algunas mesas grandes que pueden alcanzar para grupos de no más de
seis personas, pero no es un lugar adecuado para festejar un cumpleaños o hacer
reuniones demasiado concurridas.
Tampoco es un gran lugar para trabajar con notebooks. Contando con pocos
enchufes es poco probable que consigamos un lugar si las mesas cercanas se
encuentran ocupadas.
En resumen, el bar es un buen lugar para tomar un café si nos cautiva un estilo antiguo y retro cercano a la década del 60. La elección estética nos transporta al pasado y el paisaje ayuda a completar la escena. Es un lugar ideal para hacer una parada
después de pasear por el Parque Lezama o tras una recorrida por San Telmo.
Los precios se encuentran dentro del marco de lo que normalmente se
cobra en estos establecimientos, costando un café con leche, con tres
medialunas, unos 52 pesos (Agosto 2016).
Lo recomiendo ampliamente para quienes gustan de este tipo de
establecimientos, no tanto para quienes disfrutan de un poco más de modernidad.