Esta vez visité el café del Hotel Castelar, uno de los más importantes e imponentes de la Avenida de Mayo, obra del clásico y reconocido arquitecto Mario Palanti.
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Hotel Castelar
por Bruno Correia (bicorr@gmail.com)
Inaugurado bajo el nombre de
“Hotel Excelsior”, el Hotel Castelar es uno de los puntos más llamativos de la
Avenida de Mayo.
Su entrada guarda el estilo arquitectónico que tuvo desde su construcción en 1928, con una puerta giratoria de madera que probablemente sea una de las últimas, sino la última, que quedan en la ciudad.
El hecho de que esta sea una de
las obras finales del arquitecto Mario Palanti, creador del edificio Barolo y
Salvo, no hace más que sumarle una mística que es difícil de ignorar. Visitar su interior ya es en si mismo una excursión en la que, los más entendidos de arquitectura, pueden entregar su tiempo en la búsqueda de los detalles
arquitectónicos propios de Palanti.
Su ubicación puso al edificio cerca a la
antigua sede de la Unión Cívica Radical y al Teatro Avenida. Esto hizo que el hotel y su
restaurante fuera frecuentados por políticos y artistas como Federico García
Lorca, Alfonsina Storni, Enrique Santos Discépolo y Arturo Frondizi, entre
muchos otros.
Si decidimos seguir los pasos de estas grandes figuras e ingresar al hotel para darnos la oportunidad de conocer el salón, vamos a encontrarnos con la riqueza de sus interiores, que mezclan madera,
mármol, hierro y cristal de forma excelente.
El espacio es amplio, bien
ventilado e iluminado, ambientado con música funcionar a un nivel más que
aceptable para mantener una charla o trabajar sin distracciones.
Es posible que un salón tan grande puede sentirse un poco impersonal, así que quien prefiera los espacios acogedores probablemente no lo disfrute tanto. Sin embargo, este detalles lo hace ideal para reuniones de grandes grupos amigos y familiares.
Probablemente sea buena idea
evitar los horarios en los que se brinda la cena o el desayuno para los
huéspedes del hotel, si no se quiere quedar atrapado en las aglomeraciones de
personas. Visité el lugar cerca de las 19:00 un día de semana y este pareció un momento perfecto para encontrarlo ocupado por poca gente.
El café es excelente. Un café
en jarrito cuesta unos 46 pesos (Septiembre 2016) lo que lo ubica dentro del
rango normal para este tipo de establecimientos. El servicio del mozo fue muy
bueno y veloz, lo cual siempre es un plus positivo.
En cuanto a los servicios, el
lugar cuenta con aire acondicionado. Si bien tiene Wifi este se encuentra
limitado solo a los huéspedes del hotel, cosa que suele ocurrir en este tipo de
establecimientos.
La amplitud del salón hace que encontrar enchufes sea
complicado si uno se aleja de una pared, así que si pensamos trabajar con una
notebook lo ideal es ir en un momentos de poca concurrencia.
Sin duda es digno de
conocer, ya sea por su historia o por su riqueza arquitectónica, es recomendable que al menos una vez vayamos para poder admirarlo y tacharlo de la lista.
Fotografía de Esteban Cabana